280 Jesús me ordena celebrar
la Fiesta de la Divina Misericordia el primer domingo después de la Pascua de
Resurrección por el recogimiento interior y por mortificación exterior. Durante tres horas llevé un cinturón [de
hierro], orando incesantemente por los pecadores y para obtener misericordia
para el mundo entero; y Jesús me dijo: Hoy Mi mirada se posa con complacencia
sobre esta casa.
281 Siento muy bien que mi
misión no terminara con mi muerte, sino que empezará. Oh almas que dudan, les descorreré las
cortinas del cielo para convencerlas de la bondad de Dios, para que ya no
hirieran más el Dulcísimo Corazón de Jesús con desconfianza. Dios es Amor y
Misericordia.
282 (125) Una vez el Señor
me dijo: Mi Corazón ha sido conmovido por una gran compasión hacia ti, hija Mía
queridísima, cuando te he visto hecha pedazos por el gran dolor que sufrías
mientras deplorabas tus pecados. Yo veo tu amor tan puro y sincero que te doy
la prioridad entre las vírgenes, tú eres el honor y la gloria de Mi Pasión. Veo
cada humillación de tu alma y nada se escapa a Mi atención; elevo a los
humildes hasta Mi trono, porque así es Mi voluntad.
283 Oh Dios único en la
Santísima Trinidad, deseo amarte como hasta ahora ninguna alma humana Te ha
amado; y aunque soy particularmente mísera y pequeñita, no obstante arrojé muy
profundamente el ancla de mi confianza en el abismo de Tu misericordia, oh Dios
y Creador mío. A pesar de mi gran
miseria no tengo miedo de nada, sino que espero cantar eternamente el himno de
la gloria. Que no dude alma ninguna mientras viva, aunque sea la mas miserable,
cada una puede ser una gran santa, porque es grande el poder de la gracia de
Dios. De nosotros depende solamente no oponernos a la actuación de Dios.
284 Oh Jesús, ojala pudiera
transformarme en una neblina delante de Ti para cubrir la tierra con el fin de
que Tu santa mirada no vea los terribles crímenes. Oh Jesús, cuando miro el mundo y su
indiferencia frente a Ti, siempre me vienen lágrimas a los ojos, pero cuando miro
un alma consagrada que es tibia, entonces mi corazón sangra.
285 1934. Una vez vine a mi celda y estaba tan cansada
que antes de comenzar a desvestirme tuve que descansar un momento, y cuando
estaba desvestida, una de las hermanas me pidió que le trajera un vaso de agua
caliente. A pesar del cansancio, me
vestí rápidamente y le traje el agua que (126) deseaba, aunque de la cocina a
la celda había un buen trecho de camino y el barro llegaba a los tobillos. Al entrar en mi celda vi un copón con el
Santísimo Sacramento y oí esta voz: Toma este copón y llévalo al tabernáculo. En
un primer momento vacilé, pero me acerqué y cuando toqué el copón, oí estas
palabras: Con el mismo amor con que te acercas a Mi, acércate a cada una de las
hermanas y todo lo que haces a ellas Me lo haces a Mi. Después de un momento me
di cuenta de que estaba sola.
286 + Una vez, cuando se
hacia la adoración por nuestra patria, un dolor estrechó mi alma y empecé a
orar de modo siguiente: Jesús Misericordiosísimo, Te pido por la intercesión de
Tus Santos y, especialmente, por la intercesión de Tu Amadísima Madre, que Te
crió desde la niñez, Te ruego bendigas a mi patria. Jesús, no mires nuestros pecados, sino las
lagrimas de los niños pequeños, el hambre y el frío que sufren. Jesús, en nombre de estos inocentes,
concédeme la gracia que Te pido para mi patria.
En aquel instante vi. al Señor Jesús con los ojos llenos de lagrimas y
me dijo: Ves, hija Mía, cuánta compasión les tengo; debes saber que son ellos
los que sostienen el mundo.
287 + Oh Jesús mío, cuando
observo la vida de las almas, veo que muchas Te sirven con cierta desconfianza.
Y en ciertos momentos, especialmente cuando hay ocasión para demostrar el amor
hacia Dios, justo entonces veo cómo estas almas huyen del campo de
batalla. Entonces me dijo Jesús: ¿Tu
también, hija Mía, quieres comportarte así?
Le contesté al Señor: Oh no, Jesús mío, no me retiraré del campo de
batalla, aunque el sudor de la muerte bañe mi frente, no dejaré caer de la mano
la espada, hasta que no descanse a los pies de la Santísima Trinidad. Para
cualquier cosa que hago, no cuento con mis propias fuerzas, sino con la gracia
de Dios. Con la gracia de Dios el alma puede superar victoriosamente las más
grandes dificultades.
288 (127) + Una vez, hablé
con Jesús mucho tiempo de nuestras alumnas y animada por su bondad le pregunté
si también entre nuestras alumnas tenia almas que eran un consuelo para su
Corazón y el Señor me contestó que las tenia pero su amor es débil, por eso las
confío a tu cuidado especial; ruega por ellas.
Oh Dios Inmenso, admiro Tu bondad. Tú eres el Señor de las huestes
celestiales y Te humillas de ese modo
hacia una miserable criatura. Oh, con
que ardor deseo amarte con cada latido de mi corazón. No me basta toda la superficie de la tierra,
el cielo es demasiado pequeño y el espacio celeste es nada. Únicamente Tu solo
me bastas, Dios Eterno. Sólo Tú puedes llenar la profundidad de mi alma.
289 Los momentos más felices
para mi son aquellos cuando me quedo a solas con mi Señor. En aquellos momentos
conozco la grandeza de Dios y mi propia miseria.
Una vez Jesús me dijo: No te extrañes si a veces sospechan de ti
injustamente. Yo por amor a ti, fui el
primero en beber este cáliz de sufrimientos injustos.
El exégeta del siglo XXI.
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