247 (114) Oh Jesús, Amigo del Corazón solitario, Tu eres mi puerto, Tu eres mi paz, Tu eres mi Única salvación. Tú eres la serenidad en los momentos de lucha y en el mar de dudas. Tú eres el rayo brillante que ilumina el sendero de mi vida. Tú eres todo para el alma solitaria. Tú comprendes al alma, aunque ella permanezca callada. Tú conoces nuestras debilidades y como un buen medico consuelas y curas, ahorrándonos sufrimientos, como un buen experto.
248 Las palabras del obispo [120] que figuran en la ceremonia de los votos perpetuos de las hermanas:
- “Toma este cirio en tu mano, en señal de iluminación celestial y de amor ardiente”.
Al entregar el anillo:
- “Te desposo a Jesucristo, Hijo del Padre Altísimo, el Cual te guarde sin mancilla. Recibe este anillo como signo de eterna alianza que contraes con Cristo, Esposo de las vírgenes. Que éste sea para ti el anillo de la fidelidad, el signo del Espíritu Santo para que te llames esposa de Cristo y si le sirves fielmente, seas coronada por la eternidad”.
249 + Jesús, en Ti confío, confío en el mar de Tu misericordia, Tu eres la madre para mi.
250 + Este año 1933 es para mi particularmente solemne, porque en este año del Jubileo de la Pasión del Señor hice los votos perpetuos. Mi sacrificio lo he unido de modo singular al sacrificio de Jesús Crucificado para así hacerme más agradable a Dios. Todas mis tareas las hago con Jesús, por Jesús y en Jesús.
251 Después de los votos perpetuos, todavía me quedé en Cracovia todo mayo, porque mi destinación oscilaba entre Rabka y Vilna. Cuando una vez la Madre General [121] me preguntó:
- “¿Por qué usted, hermana, se queda tan silenciosa y no se prepara para ir a alguna parte?”
Contesté:
“Yo quiero sólo la voluntad de Dios. Donde usted, querida Madre, me mande, sin mi intervención, yo sabré que será para mi la pura voluntad de Dios”.
(115) La Madre General me respondió:
- “Muy bien”.
Al día siguiente la Madre General me llamó y dijo:
- “Como deseaba tener la pura voluntad de Dios, pues usted hermana, va a Vilna”.
Le agradecí y esperaba el día en el que me dijeran de salir. Sin embargo una alegría y un temor a la vez llenaron mi alma. Sentía que allí Dios me preparaba grandes gracias, pero también grandes sufrimientos. De todas maneras, hasta el 27 de mayo me quedé en Cracovia. Como no tenia una tarea fija e iba solamente a ayudar en la huerta y como coincidió que trabajaba sola, durante todo el mes tuve la posibilidad de hacer los ejercicios espirituales según el sistema de los jesuitas. En ellos recibí mucha luz de Dios.
252 + Pasaron cuatro días después de los votos perpetuos. Traté de hacer la Hora Santa. Era el primer jueves del mes. En cuanto entré en la capilla, la presencia de Dios me inundó. Sentía claramente que el Señor estaba a mi lado. Un momento después vi al Señor todo cubierto de llagas, y me dijo:
- “Mira, con quien te has desposado”.
Yo comprendí el significado de esas palabras y contesté al Señor:
- “Jesús, Te amo mas viéndote tan herido y anonadado que como Te viera en Tu Majestad”.
Jesús preguntó:
- “¿Por qué?”
Contesté:
- “Una gran Majestad me da miedo a mi, a esta pequeñita nulidad que soy, mientras que Tus llagas me atraen a Tu Corazón y me hablan de Tu gran amor hacia mi”.
Después de esta conversación se hizo el silencio. Miraba atentamente sus santas llagas y me sentía feliz sufriendo con Él. Sufriendo no sufría, porque me sentía feliz conociendo la profundidad de su amor y una hora me pasó como si fuera un minuto.
253 + No juzgar nunca a nadie, para los demás tener el ojo indulgente y para mi severo. Relacionar todo a Dios y en mis propios ojos sentirme lo que soy, es decir la más grande miseria y la nulidad. En los sufrimientos estar paciente y tranquila, sabiendo que con el tiempo todo pasará.
254 (116) + De los momentos que viví durante los votos perpetuos, mejor no debo hablar de ellos.
Estoy en Él y Él está en mí. En el momento en que el obispo me puso el anillo, Dios penetró todo mi ser y como no sé expresarlo, dejo este momento en silencio. Desde los votos perpetuos mis relaciones con dios se hicieron tan estrechas como nunca antes. Siento que amo a Dios y siento también que Él me ama. Mi alma, habiendo conocido a Dios, no sabría vivir sin Él. Me es más agradable una hora a los pies del altar, pasada en la más grande aridez del espíritu, que cien años de deleites en el mundo. Prefiero ser una muchacha de los mandados en el convento que una reina en el mundo.
255 + Esconderé a los ojos de la gente cualquier cosa buena que haga, para que sólo Dios sea mi recompensa; y como una pequeña violeta escondida entre la hierba no hiere el pie de la persona que la pisa, sino que emana perfume, [y] olvidándose completamente de si misma, trata de ser gentil con la persona por la que fue pisada. Aunque para la naturaleza esto es muy difícil, la gracia de Dios viene en ayuda.
El exégeta del siglo XXI.
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