29 Oh, mi Jesús, Tu eres
la vida de mi vida, Tu sabes bien que lo único que deseo es la gloria de Tu
nombre y que las almas conozcan Tu bondad.
¿Por qué las almas Te evitan, oh Jesús?, no lo entiendo. Oh si pudiera
dividir mi corazón en partículas mínimas y ofrecerte, oh Jesús, cada partícula
como un corazón entero para compensarte, aunque parcialmente, por los corazones
que no Te aman. Te amo, Jesús, con cada gota de mi sangre y la derramaría
voluntariamente por Ti para darte la prueba de mi amor sincero. Oh Dios, cuanto
más Te conozco tanto menos Te puedo entender, pero esa incapacidad de
comprenderte me permite conocer lo grande que eres, oh Dios. Y esa incapacidad
de comprenderte incendia mi corazón hacia Ti como una nueva llama, oh
Señor. Desde el momento en que
permitiste, oh Jesús, sumergir la mirada de mi alma en Ti, descanso y no deseo
nada más. He encontrado mi destino en el momento en que mi alma se sumergió en
Ti, en el único objeto de mi amor. Todo es nada en comparación Contigo. Los
sufrimientos, las contrariedades, las humillaciones, los fracasos, las
sospechas que enfrento, son espinas que incendian mi amor hacia Ti, Jesús.
Locos e irrealizables son mis anhelos. Deseo ocultarte que estoy
sufriendo. No quiero ser recompensada jamás por (23) mis esfuerzos y mis buenas
obras. Oh Jesús, Tu Mismo eres mi recompensa. Tu me bastas, oh Tesoro de mi
corazón. Deseo compartir los sufrimientos del prójimo, esconder mis
sufrimientos en mi corazón no solo ante el prójimo, sino también ante Ti, oh
Jesús.
El sufrimiento es una gran gracia. A través del sufrimiento el alma
se hace semejante al Salvador, el amor se cristaliza en el sufrimiento. Cuanto
más grande es el sufrimiento, tanto mas puro se hace el amor.
30 + Una noche vino a
visitarme una de nuestras hermanas que había muerto hacia dos meses antes. Era
una de las hermanas del primer coro. La
vi en un estado terrible. Toda en llamas, la cara dolorosamente torcida. [La visión] duró un breve instante y desapareció.
Un escalofrió traspasó mi alma y aunque no sabia donde sufría, en el purgatorio
o en el infierno, no obstante redoblé mis plegarias por ella. La noche siguiente vino de nuevo, pero la vi
en un estado aun más espantoso, entre llamas mas terribles, en su cara se
notaba la desesperación. Me sorprendí mucho que después de las plegarias que
había ofrecido por ella; la vi en un estado más espantoso y pregunté:
- “¿No te han ayudado nada mis rezos?”
Me contestó que no le ayudaron nada mis rezos y que no le iban a
ayudar. Pregunté:
- “¿Y las oraciones que toda la Congregación ofreció por ti,
tampoco te han ayudado?”
Me contestó que nada. Aquellas oraciones fueron en provecho de
otras almas. Y le dije:
- “Si mis plegarias no te ayudan nada, hermana, te ruego que no
vengas a verme”.
Y desapareció inmediatamente. Sin embargo yo no dejé de rezar. Después
de algún tiempo volvió a visitarme de noche, pero en un estado distinto. No
estaba entre llamas como antes y su rostro era radiante, los ojos brillaban de
alegría y me dijo que yo tenia el amor verdadero al prójimo, que muchas almas
se aprovecharon de mis plegarias y me animó a no dejar de [interceder] por las
almas que sufrían en el purgatorio y me dijo que ella no iba a permanecer ya
por mucho tiempo en el purgatorio. ¡Los juicios de Dios son verdaderamente
misteriosos!
31 (24) 1933. Una vez oí en mi alma esta voz:
- “Haz una novena por la patria.
La novena consistirá en las
letanías de todos los santos. Pide el
permiso al confesor”.
Durante la confesión siguiente obtuve el permiso y a la noche
empecé en seguida la novena.
32 Terminando las letanías
vi una gran claridad y en ella a Dios Padre.
Entre la luz y la Tierra vi a Jesús clavado en la cruz de tal forma que
Dios, deseando mirar hacia la tierra, tenia que mirar a través de las heridas
de Jesús. Y entendí que Dios bendecía la
tierra en consideración a Jesús.
33 Jesús, Te agradezco por
esta gran gracia, es decir por el confesor que Tu Mismo Te dignaste elegirme y
que me hiciste ver primero en una visión, antes de conocerlo [personalmente]
[54]. Cuando había ido a confesarme con el Padre Andrasz, pensaba que iba a ser
liberada de estas inspiraciones interiores. El Padre me contesto que no podía
liberarme de ellas, y dijo:
- “Ruegue hermana para [obtener] un director espiritual”.
Después de una breve y ferviente plegaria vi de nuevo al Padre
Sopocko en nuestra capilla, entre el confesionario y el altar. En aquel tiempo
me encontraba en Cracovia. Fueron estas dos visiones que me fortalecieron en el
espíritu, tanto mas que lo encontré tal cual lo había visto en las visiones,
tanto en Varsovia durante la tercera probación [55], como en Cracovia. Te
agradezco, Jesús, por esta gran gracia.
Ahora tiemblo cuando oigo, a veces, a un alma diciendo que no tiene
confesor, es decir director espiritual, porque sé que graves daños tuve yo
cuando no tenía esta ayuda. Sin el
director espiritual es fácil desviarse del camino.
El exégeta del siglo XXI.
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