jueves, 23 de abril de 2015

Del Diario de Santa Faustina Kowalska -del 29 al 33-



29     Oh, mi Jesús, Tu eres la vida de mi vida, Tu sabes bien que lo único que deseo es la gloria de Tu nombre y que las almas conozcan Tu bondad.  ¿Por qué las almas Te evitan, oh Jesús?, no lo entiendo. Oh si pudiera dividir mi corazón en partículas mínimas y ofrecerte, oh Jesús, cada partícula como un corazón entero para compensarte, aunque parcialmente, por los corazones que no Te aman. Te amo, Jesús, con cada gota de mi sangre y la derramaría voluntariamente por Ti para darte la prueba de mi amor sincero. Oh Dios, cuanto más Te conozco tanto menos Te puedo entender, pero esa incapacidad de comprenderte me permite conocer lo grande que eres, oh Dios. Y esa incapacidad de comprenderte incendia mi corazón hacia Ti como una nueva llama, oh Señor.  Desde el momento en que permitiste, oh Jesús, sumergir la mirada de mi alma en Ti, descanso y no deseo nada más. He encontrado mi destino en el momento en que mi alma se sumergió en Ti, en el único objeto de mi amor. Todo es nada en comparación Contigo. Los sufrimientos, las contrariedades, las humillaciones, los fracasos, las sospechas que enfrento, son espinas que incendian mi amor hacia Ti, Jesús.

Locos e irrealizables son mis anhelos. Deseo ocultarte que estoy sufriendo. No quiero ser recompensada jamás por (23) mis esfuerzos y mis buenas obras. Oh Jesús, Tu Mismo eres mi recompensa. Tu me bastas, oh Tesoro de mi corazón. Deseo compartir los sufrimientos del prójimo, esconder mis sufrimientos en mi corazón no solo ante el prójimo, sino también ante Ti, oh Jesús.

El sufrimiento es una gran gracia. A través del sufrimiento el alma se hace semejante al Salvador, el amor se cristaliza en el sufrimiento. Cuanto más grande es el sufrimiento, tanto mas puro se hace el amor.

30     + Una noche vino a visitarme una de nuestras hermanas que había muerto hacia dos meses antes. Era una de las hermanas del primer coro.  La vi en un estado terrible. Toda en llamas, la cara dolorosamente torcida.  [La visión] duró un breve instante y desapareció. Un escalofrió traspasó mi alma y aunque no sabia donde sufría, en el purgatorio o en el infierno, no obstante redoblé mis plegarias por ella.  La noche siguiente vino de nuevo, pero la vi en un estado aun más espantoso, entre llamas mas terribles, en su cara se notaba la desesperación. Me sorprendí mucho que después de las plegarias que había ofrecido por ella; la vi en un estado más espantoso y pregunté:
- “¿No te han ayudado nada mis rezos?”

Me contestó que no le ayudaron nada mis rezos y que no le iban a ayudar.  Pregunté:
- “¿Y las oraciones que toda la Congregación ofreció por ti, tampoco te han ayudado?”

Me contestó que nada. Aquellas oraciones fueron en provecho de otras almas. Y le dije:
- “Si mis plegarias no te ayudan nada, hermana, te ruego que no vengas a verme”.


Y desapareció inmediatamente. Sin embargo yo no dejé de rezar. Después de algún tiempo volvió a visitarme de noche, pero en un estado distinto. No estaba entre llamas como antes y su rostro era radiante, los ojos brillaban de alegría y me dijo que yo tenia el amor verdadero al prójimo, que muchas almas se aprovecharon de mis plegarias y me animó a no dejar de [interceder] por las almas que sufrían en el purgatorio y me dijo que ella no iba a permanecer ya por mucho tiempo en el purgatorio. ¡Los juicios de Dios son verdaderamente misteriosos!

31     (24) 1933.  Una vez oí en mi alma esta voz:
- “Haz una novena por la patria.  La  novena consistirá en las letanías de todos los santos.  Pide el permiso al confesor”.

Durante la confesión siguiente obtuve el permiso y a la noche empecé en seguida la novena.

32     Terminando las letanías vi una gran claridad y en ella a Dios Padre.  Entre la luz y la Tierra vi a Jesús clavado en la cruz de tal forma que Dios, deseando mirar hacia la tierra, tenia que mirar a través de las heridas de Jesús.  Y entendí que Dios bendecía la tierra en consideración a Jesús.

33     Jesús, Te agradezco por esta gran gracia, es decir por el confesor que Tu Mismo Te dignaste elegirme y que me hiciste ver primero en una visión, antes de conocerlo [personalmente] [54]. Cuando había ido a confesarme con el Padre Andrasz, pensaba que iba a ser liberada de estas inspiraciones interiores. El Padre me contesto que no podía liberarme de ellas, y dijo:
- “Ruegue hermana para [obtener] un director espiritual”.

Después de una breve y ferviente plegaria vi de nuevo al Padre Sopocko en nuestra capilla, entre el confesionario y el altar. En aquel tiempo me encontraba en Cracovia. Fueron estas dos visiones que me fortalecieron en el espíritu, tanto mas que lo encontré tal cual lo había visto en las visiones, tanto en Varsovia durante la tercera probación [55], como en Cracovia. Te agradezco, Jesús, por esta gran gracia.


Ahora tiemblo cuando oigo, a veces, a un alma diciendo que no tiene confesor, es decir director espiritual, porque sé que graves daños tuve yo cuando no tenía esta ayuda.  Sin el director espiritual es fácil desviarse del camino.


















El exégeta del siglo XXI.

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