42 + En un momento, el día de
la Navidad, siento que me envuelve la omnipotencia, la presencia de Dios. Otra
vez evito dentro de mí el encuentro con el Señor. Pedí a la Madre Superiora el
permiso de ir a “Józefinek” [47], [para] visitar a las hermanas. La Madre
Superiora nos dió el permiso y una vez terminado el almuerzo, empezamos a
prepararnos. Las hermanas ya me estaban esperando en la puerta. Fui corriendo a
la celda a buscar la capita, en el umbral vi al Señor Jesús quien me dijo estas
palabras: Ve, pero Yo Me tomo tu
corazón. De pronto sentí que no tenía corazón el pecho. Como las hermanas me llamaron la atención de
que debía darme prisa porque ya era tarde, en seguida me fui con ellas. Pero un
gran descontento empezó a molestarme.
Una añoranza penetró mi alma, sin embargo, nadie, excepto Dios, sabía lo
que había pasado en mi alma.
Tras pasar apenas un momento
en “Józefinek”, dije a las hermanas: Volvamos a casa. Las hermanas pidieron un pequeño descanso,
sin embargo mi espíritu no llegaba a calmarse. Les expliqué que teníamos que
volver a casa antes de que oscureciera y había un buen trecho de camino por
hacer, y regresamos a casa en seguida. Cuando la Madre Superiora nos encontró
en el pasillo, me preguntó: ¿No han salido todavía o ya están de vuelta? Contesté
que ya habíamos regresado porque no quería volver de noche. Me quité la capita
e inmediatamente fui a la capilla. En cuanto entré, Jesús me dijo: Ve a decir a la Madre Superiora que no has
vuelto para estar en casa antes del anochecer, sino porque te he quitado el
corazón. Aunque me costó mucho, fui (17) a ver a la Madre Superiora y le
expliqué sinceramente el motivo por el cual había vuelto tan pronto y pedí
perdón al Señor por todo lo que no le agrada. En aquel momento Jesús inundó mi
alma de gran alegría. Entendí que no hay satisfacción fuera de Dios.
+ 1931, 22 de febrero
47 Al anochecer, estando en
mi celda, vi al Señor Jesús vestido con una túnica blanca. Tenía una mano levantada para bendecir y con
la otra tocaba la túnica sobre el pecho.
De la abertura de la túnica en el pecho, salían dos grandes rayos: uno
rojo y otro pálido. En silencio, atentamente miraba al Señor, mi alma estaba
llena del temor, pero también de una gran alegría. Después de un momento, Jesús
me dijo: Pinta una imagen según el
modelo que vez, y firma*: Jesús, en Ti confío. Deseo que esta imagen sea venerada
primero en su capilla y [luego] en
el mundo entero.
48 Prometo que el alma que venera esta imagen no perecerá. También
prometo, ya aquí en la tierra, la victoria sobre los enemigos y, sobre todo, a
la hora de la muerte. Yo Mismo la defenderé como Mi gloria.
49 Cuando le dije al confesor [48] recibí como respuesta que eso se
refería a mi alma. Me dijo: Pinta la
imagen de Dios en tu alma. Cuando salí del confesionario, oí nuevamente estas
palabras: Mi imagen está en tu alma. Deseo
que haya una Fiesta de la Misericordia. Quiero que esta imagen que pintarás con
el pincel, sea bendecida con solemnidad el primer domingo después de la Pascua
de Resurrección; ese domingo deber ser la Fiesta de la Misericordia.
50 + Deseo que los sacerdotes proclamen esta gran misericordia que
tengo a las almas pecadoras. Que el pecador no tenga miedo de acercase a Mi. Me
queman las llamas de la misericordia, deseo derramarlas sobre las almas
humanas.
Jesús se quejó conmigo con
estas palabras: La desconfianza de las
almas desgarra Mis entrañas. Aún mas Me duele la desconfianza de las almas
elegidas; a pesar de Mi amor inagotable no confían en Mí. Ni siquiera Mi muerte
ha sido suficiente para ellas. ¡Ay de las almas que abusen de ella!
51 (19) Cuando dije a la Madre Superiora [49] lo que
Dios me pedía, me contestó que Jesús debía explicarlo más claramente a través
de alguna señal.
Cuando pedí al Señor Jesús
alguna señal como prueba de que verdaderamente Él era Dios y Señor mío y de que
de Él venían estas peticiones, entonces dentro de mí oí esta voz: Lo haré conocer a las Superioras a través
de las gracias que concederé por medio de esta imagen.
52 Cuando quise liberarme de
estas inspiraciones, Dios me dijo que en el día del juicio exigiría de mí un
gran número de almas.
Una vez, cansadísima por las
múltiples dificultades que tenia por el hecho de que Jesús me hablaba y exigía
que fuese pintada la imagen, decidí firmemente, antes de los votos perpetuos,
pedir al Padre Andrasz [50] que me dispensara de estas inspiraciones interiores
y de la obligación de pintar la imagen. Al escuchar la confesión, el Padre
Andrasz me dio la siguiente respuesta: No la dispenso de nada, hermana y no le
está permitido sustraerse a estas inspiraciones interiores, sino que debe decir
todo al confesor, eso es necesario, absolutamente necesario, porque de lo
contrario se desviará a pesar de estas grandes gracias del Señor. De momento
usted se confiesa conmigo, pero ha de saber que debe tener un confesor
permanente, es decir un director espiritual.
* Jesús exigía que la imagen
llevase, como firma, y no como inscripción estas palabras: “Jesús, en Ti
confío”.
El exégeta del siglo XXI.
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